Thursday, May 23, 2024
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De Perfil | Eduardo Matos Moctezuma, un referente de la arqueología en México – El Sol de México

Mientras el Valle de Anáhuac despierta hacia su ritual de caos, a sus 84 años, el reconocido arqueólogo y antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, trabaja incesantemente en su oficina al sur-poniente de la capital, donde recibe a El Sol de México para conversar sobre su fructífera carrera.

Se trata de uno de los personajes más importantes de la vida cultural del país en las últimas décadas, al que se le debe el impulso de importantes trabajos de rescate, análisis y difusión del pasado prehispánico mexicano, como el Proyecto Templo Mayor, aún activo después de 46 años en el Centro Histórico de la Ciudad de México, del cual fue su fundador y primer director.

Miembro del Colegio Nacional, la Academia Mexicana de la Lengua y la Academia Mexicana de la Historia, con su labor ha puesto el nombre de la arqueología mexicana entre los más altos estándares internacionales, al recibir numerosos reconocimientos, entre los que se encuentra el Premio Princesa de Asturias en 2022, uno de los máximos galardones que existen en lengua española.

UNA LECTURA Y UN CONSEJO

Apenas pronuncia unas primeras palabras, Matos Moctezuma desentierra de su memoria el primer indicio de su pasión por la arqueología: la lectura del libro “Dioses, tumbas y sabios” (1949), del periodista alemán C.W. Ceram. Una publicación que, bien recuerda, le prestó su compañero, el también antropólogo, Luis Alberto Vargas, cuando ambos estudiaban la preparatoria en el Colegio Cristóbal Colón, en 1957.

“Creo que es muy importante que los jóvenes lean mucho y de muchos temas, pues fue gracias a la lectura de un libro que yo me interesé por este camino, aunque en un principio fuera la cultura egipcia la que me realmente me apasionaba. Yo iba en la preparatoria y desde entonces decidí que sería arqueólogo, fue luego que me orientaron y que me enteré de que había una escuela de arqueología en México, antes yo creía que tendría que estudiar en el extranjero”, cuenta al tiempo que esboza una sonrisa.

Sin embargo, asegura que esta decisión no fue del todo sencilla, pues su madre le recomendaba que tomara cursos en la Escuela Bancaria y Comercial, dándole a entender que se iba “a morir de hambre”. Pero fue gracias también a Alberto Vargas, que se decidió por completo a estudiar arqueología, luego de que éste le dijera que, si moriría de hambre, al menos moriría haciendo lo que quería.

“A mí se me han acercado muchos jóvenes con una duda similar a la que yo tuve en ese momento. Entonces yo les cuento esta anécdota y les doy el mismo consejo… y les digo, ‘miren, aquí estoy, no me he muerto’”, agrega.

MOMENTOS DE CAMBIO

Así fue que el joven Matos Moctezuma ingresó en 1959 a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), cuando aún se encontraba en el antiguo Museo de Antropología, hoy Museo de las Culturas del Mundo, en la Calle de Moneda, número 13, atrás de Palacio Nacional. Lugar que dicha institución habitó hasta 1960, cuando se cambió a otro edificio aledaño y que después, en 1964, se estableció en sus actuales instalaciones, cerca de la Zona Arqueológica de Cuicuilco.

“El centro de México ha sido el área que desde un principio me ha interesado arqueológicamente hablando, porque en ella se pueden ver los cambios que ha habido desde la aparición del hombre prehistórico. Pasa por las primeras aldeas y llega a las grandes ciudades, como Teotihuacán, Tula y Tenochtitlan. Ese continuum permite ver un proceso muy completo de desarrollo social, político, económico y religioso de México hasta el momento de la conquista española”, afirma quien fue alumno de destacados arqueólogos, como José Luis Lorenzo y Johanna Faulhaber.

Aquellos años como estudiante fueron, según recuerda Matos Moctezuma, “momentos de gran cambio”, en los que se respiraban aires de revoluciones de conciencia, influenciados por personajes “fundamentales” como el expresidente de Estados Unidos J. F. Kennedy, el ministro soviético Nikita Jrushchov y el Papa Juan XXIII. Tiempos convulsos, que el arqueólogo recuerda que desembocaron después en el Mayo Francés y la protesta estudiantil en México en 1968, cuya masacre en Tlatelolco le parece simbólica al recordar que ese lugar fue “el último reducto de resistencia del imperio mexica”.

Sus primeras excavaciones, como integrante del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), le fueron otorgadas desde 1961, primero en Tlatelolco y luego en Teotihuacán, sitio donde colaboró en proyectos como el Palacio del Quetzalpapálotl o Templo de las Mariposas.

“Yo pertenezco al INAH desde 1960, y empecé desde abajo, como sucede siempre. Primero tuve una placita que se llamaba ‘Practicante de ciencias histórico-geográficas’, con un sueldo de 750 pesos al mes. Ya después las cosas fueron mejorando, todas fueron experiencias muy buenas, que te van formando, en las que estuve bajo órdenes de grandes arqueólogos, de mucha capacidad y experiencia”, afirma el antropólogo, quien después realizó otros investigaciones, como las de Tula y de Cholula, todas con una visión integral e interdisciplinaria.

HALLAZGO ACCIDENTAL

Los trabajos y los días fueron avanzando, y Matos Moctezuma poco a poco fue ganando mayor reconocimiento dentro del INAH, institución a la que dice deberle todo su desarrollo académico, pero la vida le tenía aún más cosas reservadas, entre ellas, la creación y dirección del Proyecto Templo Mayor, considerado hoy el más largo y en activo en la historia del país.

Un hecho que al principio le pareció fortuito, pues afirma que cuando se enteró del “hallazgo accidental”, el 21 de febrero de 1978, del Monolito de Coyolxauhqui, él iba en un avión de regreso a México, luego de estar en un congreso de arqueología en Panamá.

Noticia que, confiesa, él tomó al principio como una exageración periodística, pero que al volver al país comenzó a reconocer como de dimensiones colosales, cuando un mes después de los hallazgos hechos por los trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, diseñó y puso en marcha todo el proyecto, bajo la dirección del historiador Gastón García Cantú, entonces director del INAH.

“A mí y mis colaboradores nos tocó la fortuna de excavar en corazón de Tenochtitlan que es a su vez el corazón de nuestra ciudad. Es un gran privilegio porque pudimos penetrar al mundo anterior de la historia de México, lo cual no fue fácil por el medio urbano en que se encuentra”, comenta el antropólogo, quien pudo confirmar datos que las fuentes historiográficas mencionaban sobre la antigua ciudad tenochca.

Como coordinador del Proyecto del Templo Mayor, ha estado al frente en tres periodos: de 1978 a 1982, en 1987, y en 1989; sin embargo, su vocación lo impulsó a buscar formas de difusión del proyecto, razón por la que también dirigió el Mueso del Templo Mayor, labor que prefirió por sobre la dirección del más importante museo del país, el Museo Nacional de Antropología.

“Siempre he dicho que el científico no debe encerrarse en su campana de cristal, sino que las investigaciones que haga, en cualquier rama del conocimiento, deben darse a conocer. Es por eso que ha sido una preocupación para mí muy fuerte, el que todo lo que hiciéramos en el Templo Mayor, lo fuéramos publicando, algo que se ha seguido haciendo hasta ahora”. Comenta que las áreas de excavación del proyecto, ahora a cargo de Leonardo López Luján, han producido alrededor de 115 tesis, de especialistas de diversas áreas del conocimiento.

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RECONOCIMIENTO COLECTIVO

Al mirar su propio trabajo y el de sus colegas, como Leonardo López Luján, actual director del Proyecto Templo Mayor, Linda Manzanilla, de la UNAM, o Sergio Gómez, quien coordina las excavaciones de las cámaras bajo el Templo de la Serpiente en Teotihuacán, Matos Moctezuma asegura que la arqueología mexicana es de las más reconocidas en el mundo. Sin embargo, afirma que cada condecoración y cada premio que recibe él personalmente, en realidad es un reconocimiento colectivo.

“Cada premio que me han dado en realidad no es sólo para mí. Yo tuve maestros detrás que me enseñaron todo lo que sé. También tengo colegas que son los que excavan y encuentran los objetos, que me ayudan a tener con un rigor científico. Por supuesto estos premios no se los pueden dar a 700 personas y por eso se los dan a quien coordina. Los hallazgos los hacen desde trabajadores manuales hasta investigadores y académicos”, finaliza.

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